viernes, 28 de junio de 2013

Otra de puentes por Antonio Muñoz Carrión

Antonio Muñoz Carrión
 
Es licenciado y doctor en Sociología por la UCM. D.E.A. en Ciencias de la Comunicación por l'Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales de París. Profesor de Sociología de la Comunicación en la Facultad de Bellas Artes (UCM). Obtuvo el Premio Nacional de Investigación en artes y tradiciones populares, temática en la que sigue investigando, centrado en la rehabilitación de la tradición y en su simultánea falsificación. La literatura y los lenguajes visuales (dibujo, fotografía y vídeo, fundamentalmente) constituyen los dispositivos centrales utilizados en la citada línea de trabajo. Ha participado en la redacción, y en la actualidad lo hace en la aplicación, del Plan Nacional de salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial, como experto nacional nombrado por el Instituto del Patrimonio Cultural de España.

Descargar pdf en:
http://biblioteca.ucm.es/escritores/antonio_munoz/obras/obr2404.php

Mi manifiesto

Se termina una etapa de mi vida.
Empezó con un adolescente que entró en la facultad de BBAA para hacer un examen de Selectividad que al pararse delante de a fachada sintió que su corazón, mente y espíritu le murmuraban: 'Para este sitio has nacido'.
Cierro con amigos a lo lejos que se fueron antes por otros caminos a buscar su sitio, que aún los siento muy adentro.
Cierro también con amigos que estarán a mi lado esta tarde en el ritual académico de graduación.
Yo, el Aries perseverante que si se encuentra con una pared la tira a cabezazos, el poseedor de un Don que haciendo gala de mi nombre significa 'brazo de Dios', el amante de los dinosaurios, el brasileño alegre y social sin miedo a nada, el que lleva su conciencia por escudo y espada y el que alza su bebida con sus amigos brindando por la amistad esas tardes que eramos 5 en un Montaditos.
Yo, no soy aquel que vive en el pasado, no aquel que no guarda sus mazazos, no aquel mentiroso y cobarde, no aquel que al ver a alguien necesitado desvía la mirada, no aquél que ve un abismo y da media vuelta. Yo soy el Ingeniero que pone la actitud, el don, la inteligencia y la voz.
Yo, el Constructor de Puentes.
 

miércoles, 5 de junio de 2013

Dudas...

Hay algo a lo que algunos creyentes temen como a un demonio: la duda. Piensan que cuando les sobreviene es porque algo anda mal con su fe. Para ellos, poner en duda una doctrina, una norma, o una tradición religiosa, es como saltar al vacío desde el precipicio: su creencia se estrellará irremediablemente contra el suelo de sus interrogantes. Prefieren vivir como si nunca hubiera aparecido, enterrarla en el inconsciente y olvidarse de ella. Respeto a quienes actúan así. Cada uno elige su forma de enfrentarse a una crisis. Lo que no respeto tanto es que critiquen, a veces de forma desaforada, a quienes lidiamos con la duda de otra forma. Porque hay otra forma...

No se trata de buscar la duda por la duda, sino de aceptarla lealmente cuando se presenta. No se trata de regodearse en ella, sino de convertirla en ocasión de un nuevo punto de arranque. Podrá parecer extraño verse enfrentado a una serie de interrogantes quizá ya en una edad madura, después de haber vivido durante mucho tiempo de soluciones prestadas artificiosamente por otros creyentes. Pero, en realidad, el hecho de plantearse seriamente estas preguntas que surgen sin avisar puede suponer una juventud interior, una capacidad de renovación y, eventualmente, un nuevo comienzo. No es malo que aparezca. Lo malo es no aprovecharla para aprender a confiar más.

Es más: Jesús de Nazaret también tuvo que enfrentarse a la oscuridad de las dudas (Hebreos 4, 15). Necesitó discernir cuál era la voluntad de su Padre del Cielo, tuvo que buscar qué era lo que Él le pedía, y todo esto en medio de fuertes luchas (Lucas 22, 28a) e inseguridades (Marcos 14, 32-36), exactamente igual que ocurre en la vida de los creyentes más esforzados y honestos.

La vacilación, la búsqueda, la duda, y la lucha interior no serán ajenas a la vida del maestro galileo. Según el autor de la epístola a los hebreos, en Getsemaní Jesús de Nazaret ora, suplica, grita y llora para que su Padre lo salve de la muerte (Hebreos 5, 7). Pero tiene la confianza, más aún, la certeza de que Dios está dispuesto a guiarlo en la más densa oscuridad. No es una especie de robot divino programado para hacer siempre lo justo, o para solventar con un simple gesto la duda, sino que se ve sometido a la misma y difícil toma de decisiones que cualquier creyente. Para ello ora, busca, pregunta, reflexiona y sopesa. Se siente asediado por la duda, pero sabe vencerla y aprovecharla para reafirmar su relación con el Padre: “Pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú” (Mateo 26, 39b).

Ante la indiferencia humana, Dios poco puede hacer. La rebeldía y la duda, sin embargo, aunque plantean un serio problema al Padre del Cielo, son algo que Él puede resolver porque no implican pasividad, sino movimiento. Pueden mover la conciencia, mientras que la indiferencia no mueve nada ni a nadie.

Por eso Jesús es tan crítico con los indiferentes, con aquellos que no son conmovidos ni por la presencia de un indigente en su propia puerta —el rico de la parábola no duda, lo tiene todo claro— (Lucas 16, 19-31). O con los religiosos que no son capaces de dar ni un solo paso hacia el malherido para auxiliarlo —ellos tampoco dudan— (Lucas 10, 30-35). O con sus propios amigos, a los que no les importa la vida de los que no quieren recibirlos (Lu-cas 9, 51-56), ni se preocupan por los niños —no les cabe la menor duda de que actúan bien— (Mateo 19, 13-15).

Poner en cuestión lo aprendido, o incluso ponerse en cuestión a sí mismo, es un camino que no acaba obligatoriamente en el vacío existencial o en la muerte de la fe. Al contrario, puede ser el primer paso hacia una vida interior más profunda y productiva. No hay que tenerle miedo a dudar. Lo que puede ser aterrador es no dudar de nada...

Publicado por
Juan Ramón Junqueras Vitas el 05/06/2012

lunes, 3 de junio de 2013

Investigación Arte y Religión

¿Qué es la espiritualidad?
Brigitte Becker, de Zúrich, que decía que la espiritualidad es algo que tiene que ver fundamentalmente con lo que buscamos, con lo que queremos vivir: “La nostalgia es el motor que nos impulsa a la búsqueda de la espiritualidad”. Artículo de A. Abad: http://www.protestante.eu/como-explicar-esta-nostalgia/