viernes, 11 de enero de 2013

Un camino por la oscuridad

             

         En un espacio oscuro camino tranquilamente.
Corto el tupido velo de tinieblas a mi paso.
Sin miedo al enorme peso que la oscuridad tiene.
No pienso en nada.
El vacío de mi mente ante la masa informe que me envuelve.
El blanco  del interior no se comunica con el negro del exterior.
Ambos, compañeros de un camino que no se ve por dónde discurre, de dónde empezó ni adonde va.
         Un fino ruido rompe el silencio. El negro se estremece. El blanco vibra. Ambos buscan el ruido.
“Era como una lámpara encendiéndose”, dijo el negro sin miedo.
“Más bien como un chasquido de dedos”,  apuntó el blanco aparentando ajeno al asunto.
El paseo sigue. Oscuro y luminoso caminan en silencio, pero atentos.
“Ahí!” “También lo he oído.” “Por este lado.” “Creo que más bien por allí.”
“Otra vez!” “Recto!”
“Parece un arma cargándose.” “Creo que es el caminar silencioso de un gato.” “Es como el grito de una mariquita.” “Es el teclear de un móvil.” “Son grapadoras en compás. 1,2. 1,2.” “Es una hoja de papel inmensa estrujándose.” “Parece un cristal rompiéndose contra el suelo.” “Es una moto poniéndose en marcha.”
Paran en seco. Escuchan con más atención al ya ensordecedor ruido.
“Son aleteos.” “Son gritos que rebotan y vuelven.” “Son murciélagos.”
Miro hacia delante, una pequeña luz naranja entra por un ojo de buey. Me acerco. Veo un vagón desde la extraña ventana. Asientos, personas, puertas, metal, plástico, vidrio…Todo junto en una perfecta maquinaria que va en una dirección.

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